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domingo, 16 de octubre de 2016

Capítulo XVI

Ayer me desperté sin apenas daños después de tantos días dando tumbos por ninguna parte, bebí para olvidar, lloré para sentir, y reí para llorar. Apoyé el pie izquierdo sin pretenderlo y ya quedé gafada, cerré la puerta y caminé hacia la estación; allí me preguntaron ¿billete a dónde? y tras un segundo dije Santander en un murmullo impredecible, pagué y moví mi culo hasta el andén 4 cuando aún quedaban 10 minutos llenos de incertidumbre. Me quedé dormida nada más montar y a eso de las 14:23 estaba llegando a mi destino, eché peso al hombro y no hablo del equipaje sino de esos pensamientos que abruman. Miré un mapa en el que encontré como llegar a la estación de buses, monte en el primero que vi sin la mínima preocupación de cual sería el destino, me puse los cascos di al play y junto con papel y boli fue mi acompañante durante el trayecto.

Bajé en un pequeño pueblo, ideal para buscar cobijo en un día gris como aquel en el que los mensajes se iban amontonando en mi bandeja de entrada sin que tuviese fuerzas para responder y me senté en la playa. Observé a los transeuntes de distintas edades pasar por delante sin apenas inmutarse de lo que había a su alrededor pero algo desvió mi atención a la pantalla del móvil ¿quién sería? 'E' leí y entonces comprendí que mi marcha fue repentina, delcogué pero el otro lado de la línea estaba muy sereno y entendí que no se había enfadado, simplemente estaba disgustado con mi comportamiento y ahora veía que era normal, había huido como una niña sin decir nada antes de poner hablar las cosas.

Cuando llegué a la ciudad de nuevo mis ojos estaban rojos e hinchados, algo normal cuando tienes tres horas para pensar cuánto has metido la pata y como arreglarlo pero al salir me doy cuenta de que alguien me espera ansioso y de lanza a mis brazos, le abrazó y comenzamos a dar vueltas. El trayecto en coche se me hace eterno, supongo que por el silencio incómodo que yo misma he creado dejando claro que no quería hablar de lo ocurrido, no sé qué va a pasar cuando llegue a casa pero sé que nada puede ser tan malo como para huír.

jueves, 13 de octubre de 2016

Cicatrices.

Tengo cada herida en mi cuerpo que aunque me arrepiento no las borraría, no es que sean heridas de guerra ni algo de lo que presumir, más bien lo contrario, quiero irlas viendo desaparecer en el tiempo al igual que todas esas personas que se fueron. Ojalá levantarme un día y empezar a querer todas las partes de mi cuerpo, esas que yo misma me esmeré por destrozar y odiar, esas a las que insulté tantas veces que deseé que no estuviesen. Quien pudiese recuperar el tiempo en el que estuvo encerrado para vivir lo que nunca va a volver pero como siempre hay que vivir el presente y aplicar 'Carpe Diem' ese que tanto estuvo de moda hace unos años y del que todo el mundo se ha olvidado.
 


Me gustaría encontrar a alguien que me hiciese recuperar el tiempo perdido, no volver atrás si no vivir esas experiencias que no tuve, alguien que sin decirlo tocase mis cicatrices en un intento de hacerlas desaparecer, que me pidiese 24 horas para hacer eso que nunca hice, sin un rato para descansar y sin un segundo para pensar si es o no una locura; porque me dijeron una vez que quien te quiere, te cuida y devolver el tiempo perdido es una de las mejores cosas para cuidar a alguien. Que salgamos a las 00:00 de fiesta, a las ocho cojamos un tren sin destino fijo y nos bañemos en esas bonitas playas del norte, o hagamos un poco de surf, que me lleve a Madrid a ver a mi familia para las hora de comer y nos echemos la siesta con destino a Málaga para ver sus ferias y esa gente tan fantástica para acabar viendo una lluvia de estrellas en la playa más remota pudiendo hacer el tonto lo que queramos. Y aún nos queda tiempo que seguir recuperando, que luego tengamos que parar en Madrid de nuevo e ir a hacernos un par de fotos a la puerta del sol porque tarda un poco el tren, que volvamos aquí y me diga que aunque se lo ha pasado genial todavía quedan un par de horas para darme una sorpresa y que al llegar a casa, estén allí todos para fundirnos en un gran abrazo que solo será el principio de la cura de las cicatrices.


Además de dolorosas benditas esas lágrimas curativas que hacen que el mundo se nuble para después verlo mejor, y seguir viendo a los mismos aunque los años pasen, seguir haciendo locuras hasta que ya no sienta la necesidad de tapar mis cicatrices porque si algo lo puede todo es el amor de quienes nos rodean. Dejarse llevar sin hacer preguntas, sin pensar en los daños y en el qué pasará hasta que se nos olviden los daños y los años, que podamos girarnos hacia atrás y ver lo bien que nos lo hicieron pasar para que ya la muerte no pueda volver a asustarnos.





sábado, 8 de octubre de 2016

Hogar.

Busqué en Google 'hogar' y me salían casas, o dibujos de estas; la RAE define hogar como:
<2. Casa o domilicio.
3.Familia, grupo de personas emparentadas que viven juntas.>Ahora comprendo bien que hogar no es un sitio físico ni algo con relación de parentesco, es algo que más bien existe en nuestra imaginación al pensar en las personas que queremos y en los momentos que pasamos juntos. Amor es aquel cariño que recibimos sin pedirlo y sin tener que dar las gracias por un abrazo en un momento circunstancial, que a veces nos llega de personas inesperadas sin darnos cuenta para hacerlas parte de nuestro hogar, y es que mi hogar está ahí donde poder ir a tomar un cola-cao en vez de unas cervezas un sábado noche si es en buena compañía o quizás un entrenamiento duro que con esas absurdas bromas se hace más ameno, o unas cervezas un lunes porque el fin de semana supo a poco aunque desfasamos en un intento de parecer igual.

Hogar aquella persona a la que doy la mano cuando estoy nerviosa por mis bobadas, o simplemente me hacen sentirme segura, también aquellos que se fueron, los que cumplieron lo que dijeron y los que no también por su apoyo incondicional en cualquier momento y por qué no también aquellos a los que no nos atrevimos a entrarles, a esas mascotas de la infancia con las que jugamos sin parar y a las aún presentes. A esas personas que ahora se encuentran a kilómetros, sé que aún viajando puedo sentir lo que es tener un hogar, ya sea Madrid, Málaga, Salamanca... Siempre va a haber alguien que te reciba con los brazos abiertos y te deje con ganas de más al despedirse.

Aquellos cabezotas con los que discutimos día sí y día también porque es nuestra forma de querernos; hogar esas sonrisas que se me pasan por la cabeza al intentar escribir esto, formando un cálido abrazo; hogar esos hombros que nos prestaron un día para vacíar nuestros miedos convertidos en lágrimas y esos números que se quedaron en nuestra mente tras varios días marcándolos para oír voz al otro lado de la línea; esas palabras, esos audios o esos tochos de whatsapp que nos recuerdan que no estamos solos y que alguien nos guarda las espaldas.

Hogar esos recuerdos que aún se nos pasan por la cabeza al rememorar historias según pasan las fotos en el móvil y nos invitan a poner un mensaje a nuestros amigos; hogar aquellas personas que decidieron quedarse a mi lado sabiendo que soy un manojo de nervios lleno de defectos; esos fuegos artificiales rememorando viejos tiempos o esas noches din dormir solo para ver amanecer juntos.

  Hogar tú, por leer algo de lo que he escrito.

                                                                                                                                  Atentamente:
                                                                                                                           El monstruo de debajo de tu cama.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Dejemos las cosas claras

Digámonos verdades, dejemonos las cosas claras. Contigo escogí ir a la locura, saltando de un acantilado cuya bajada era emocionante, la excitación crecía a cada momento, pero nos fallamos y eso hizo que rápido se acabase. No lo voy a negar porque sería mentirme a mi misma, te quise como nadie, y aun a día de hoy te echo de menos, en parte a ti, con tus locuras, de las que ahora hablaré y en parte de como me hacías sentir.
A ti, con todo y con más, no te puedo odiar por muchas oídas que me lleguen porque sé que pasaran los años y tú me habrás marcado dejandome tan confundida que me niego a buscar algo más porque sé que igual que contigo con otros, echo de menos que en vez de ponerme un '¿qué tal el día?' me plantes un chiste malo y lastimablemente me ría, porque tú siempre supiste como tratarme, jugar con tu pelo a la barbie peinados hasta que me mandabas a la mierda, con toda la razón del mundo. A tu sonrisa, a como te repasabas los dientes cuando te quitaron los braquets pero sobretodo tu presencia, tu forma de ponerme nerviosa cuando me veías aparecer sin decir nada y tus abrazos, eso es lo que más echo de menos, porque sentía que los problemas decían un hasta luego y luego me secabas la lágrimas, los besos en la frente...


A tu forma de hacerme sentir porque me conociste como nadie, sabiendo como actuar en cada momento, apoyándome en los silencios, abrazándome en los llantos y apaciguando mis miedos. Fuiste la calma constante sobre mis puntos más débiles, la luz más deseada en el momento preciso y sobretodo me enamoré de tus promesas, la mayoría falsas sí pero no lo juzgo (hay imposibles aún en el mundo), a la de ser amigos me remito, cuando aún no sé nada de ti y te deseo lo mejor  pequeña debilidad.
 

Me lo hubieses puesto más fácil dejándome odiarte pero tuviste que complicarlo dejando el poco a poco bien alto, y aun espero que al menos una promesa sea real.
                                                                                                              Atentamente:
                                                                                                                   El monstruo de debajo de tu cama.

martes, 4 de octubre de 2016

Carta de despedida.

Es duro saber que de pronto tienes que cerrar una etapa de tu vida, que aunque no inesperado sí doloroso debido a que te aferras a las personas y a sus recuerdos. Difícil es decir adiós a una persona en vez de un hasta luego, porque un adiós significa distancia  y la distancia separarse, además mañana esa persona no estará ya que no puedes permitirte seguir fallándole; ver como mientras tú caes en picado, la otra persona intenta alcanzarte para tirar de tí hacia arriba, cuando al final sólo se derrumba contigo.

El mito de que las promesas se cumplen es falso, tanto como un billete de 30 euros o un invierno cálido; y no es que el invierno lo estropee todo porque eso ya lo hacemos nosotros solitos pero no nos gusta aceptar las culpas por miedo. Es que la vida es eso, miedo que nos paraliza, que nos hace dudar y que a veces nos impide arriesgarnos porque '¿y si sale mal? ¿quién me ayudará a levantarme? ¿volveré a fallarlos?' estas preguntas son tan frecuentes que dejamos que el mundo nos coma.

Pero por fin has llegado al suelo y lo primero que haces es pisar sobre un charco lleno de tristezas y añoranzas mientras tus zapatos se impregnan de su contenido. Buscas un lugar donde refugiarte y poder buscar una solución, aunque la noche cae no has encontrado una soluciones y pones camino a ninguna parte por si encuentras una cabaña donde dormir. Te convences a ti mismo de que mañana será otro día, cierras los ojos y cuando menos te lo esperas decides empezar a luchar, así tan sencillo como comenzarlo en un sueño y tan eficaz como la vida misma. A veces solo tienes que dejarte llevar para autoayudarse y sentir que los demás te apoyan.

                                                                                                        Atentamente:
                                                                                                                   El monstruo de debajo de tu cama.