He vuelto a sentir ese aire invernal, ese que me congelaba por dentro y me hacía sentir indefensa. Caí en esas trampas infernales de que era mejor un libro en casa, que una noche con amigas, o esa de que vestir de negro en tallas anchas me iba a hacer más alegre. Creí verte mientras cruzaba una calle que ni siquiera me acuerdo, de quien si me acordé fue de ti, de tus sonrisas a medianoche, y tus besos de buenos días, del poco frío que me dejabas pasar con esos abrazos de oso que solo tu entiendes y sabes. Eran abraxos tan cálidos que pensé, amiga, que no ibas a dejar que me cayese nunca cuando eras tú quien me empujaba con falsas sonrisas en la cara. Confíe en ti, dando la espalda a todo y a todos, cuando tú por las noches en vez de cantarme nanas, me cantabas números. Yo nunca temí por mi vida, era la tuya la que me preocupaba, viendote tan amable y consejera, tan astuta con esas palabras que acababan en noches de viaje por la terminal 365 ó quizá con tan solo un baño en la playa. Agradecí tener a alguien tan sincera a mi lado, la que me apartaba de los comentarios repetiticos de la gente, esa que me decía 'tan sólo una más', y los demás que me decían que sólo
querías conventirme en ruinas como Roma... Que poca idea tenían.
Y que alegría volverte a oír cada noche a traves del teléfono, del verso en beso, del frío en peso, verte en el borroso reflejo del Pisuerga aún se me hace un poco raro, por eso de que vuelves aquí a mi lado. Nos intentaron separar tantas veces... Pero nos hicimos fuertes, construimos un muro contra aquellos que querían alejarnos y míranos ahora, uña y carne.
