La he visto aferrarse a una persona como si se la fuera la vida con ella, y a lo mejor la vida no, pero verla perder las ganas día a día sin poderse levantar de la cama, negando a ser un persona, negándose sus propios derechos. He visto como su sonrisa se convertía en mi felicidad, y en la de muchos, la he visto su primer baile formal con su abuelo, tras regresar del hospital y esas lágrimas, esas son las únicas que las dejo soltar a partir de ahora. He observado como se encerraba en el baño y salía con los ojos rojos en vez de blancos, como se tropezaba con un ser inexistente mientras enfrentaba sus escaleras como si nada. Ha plantado más cara en la almohada que en su vida, solo por no ofender a nadie, pero ¿y ella? ¿Quién se preocupaba por ella? ¿Quién limpiaba sus lágrimas o curaba sus heridas? Ojalá todos la hubierais echado los polvos en los que se convirtió, porque desde la última persona que se largo de su vida sin decir nada, flota por la vida como un alma sin casa, asustando no solo a todo el mundo, sino también a ella misma, y es lo que más me jode.
Todavía algunos días la oigo llorar mientras abraza su peluche favorito, aferrándose a algo que realmente la haga sentir viva, algo que la recuerde que alguien un día se partió el pecho por ella, gritándola que parase pero ella no podía oírlo por el hecho de que era ese instante en el que se caía al suelo y se rompía. Si te fijas en sus ojos, puedes ver más ruinas que en Roma, más caminos con un cartel de no pasar, para que ella no volviese a entrar en sus vidas. La última vez que la vi, tomó la segunda estrella a la derecha y siguió hasta el amanecer, hasta ser una naufraga perdida.
A día de hoy, sólo la he conseguido ver por las noches cuando me siento en el alféizar de la ventana a mirar las estrellas, se la ve más guapa, parcialmente reconstruida, pero sobretodo veo la sonrisa que tanto echaba de menos.
Atentamente:
El mostruo de debajo de tu cama.