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domingo, 14 de febrero de 2016

¿Importas o apartas?

¿Importas o apartas? Si lo vas a pensar mejor ni me contestes, ya he visto a demasiadas personas hacerla polvo, y no, no se los habían echado, he visto como sus dulces ojos se convertían en las cataratas del Niagara sólo porque no salio como quería con alguien, porque se fueron sin despedirse y sin que ella pudiese detenerlos. Y la verdad, me alegro, me alegro de haber visto como algunas personas salían de su vida porque sabía que así ya no la harían más daño. Me he cansado de que la de por pegar a las paredes como si al otro lado estuviese la solución, porque lo único que ha conseguido siempre es sangrar y hacerse daño hasta ella misma, la he visto dar un puñetazo como si su mano fuese una bola de demolición contra un espejo y derribarlo como el Muro de Berlín, pero es que al igual que el espejo, ella también se hacía pedazos, tan pequeños como un grano de arena.
La he visto aferrarse a una persona como si  se la fuera la vida con ella, y a lo mejor la vida no, pero verla perder las ganas día a día sin poderse levantar de la cama, negando a ser un persona, negándose sus propios derechos. He visto como su sonrisa se convertía en mi felicidad, y en la de muchos, la he visto su primer baile formal con su abuelo, tras regresar del hospital y esas lágrimas, esas son las únicas que las dejo soltar a partir de ahora. He observado como se encerraba en el baño y salía con los ojos rojos en vez de blancos, como se tropezaba con un ser inexistente mientras enfrentaba sus escaleras como si nada. Ha plantado más cara en la almohada que en su vida, solo por no ofender a nadie, pero ¿y ella? ¿Quién se preocupaba por ella? ¿Quién limpiaba sus lágrimas o curaba sus heridas? Ojalá todos la hubierais echado los polvos en los que se convirtió, porque desde la última persona que se largo de su vida sin decir nada, flota por la vida como un alma sin casa, asustando no solo a todo el mundo, sino también a ella misma, y es lo que más me jode.
Todavía algunos días la oigo llorar mientras abraza su peluche favorito, aferrándose a algo que realmente la haga sentir viva, algo que la recuerde que alguien un día se partió el pecho por ella, gritándola que parase pero ella no podía oírlo por el hecho de que era ese instante en el que se caía al suelo y se rompía. Si te fijas en sus ojos, puedes ver más ruinas que en Roma, más caminos con un cartel de no pasar, para que ella no volviese a entrar en sus vidas. La última vez que la vi, tomó la segunda estrella a la derecha y siguió hasta el amanecer, hasta ser una naufraga perdida.
A día de hoy, sólo la he conseguido ver por las noches cuando me siento en el alféizar de la ventana a mirar las estrellas, se la ve más guapa, parcialmente reconstruida, pero sobretodo veo la sonrisa que tanto echaba de menos.
                                                                  Atentamente:
                                                                              El mostruo de debajo de tu cama.

sábado, 13 de febrero de 2016

Por echar de menos;

Siempre había pensado que echar de menos era cosa de dos, bueno o de más personas ya me entendéis, pero con el tiempo me voy dando cuenta de que a veces una persona simplemente se va y la otra se dedica a echar de menos. A veces cuando me pasa esto siento que soy débil, y tengo que hablar con alguien hasta que esa persona me calma, y sé que soy peor persona por echar de menos y no poner remedio, porque por mucho que lo piense los recuerdos no van a volver, ni las personas. Sé que el único remedio para esta tristeza es echar un par de huevos y quitarse la vergüenza, ¡Ve y díselo, grita a los cuatro vientos que lo necesitas!, porque no hay nada peor que rendirse sin luchar, que por eso echamos de menos y soñamos de más.
Una persona tuvo el valor de decirme que me echaba de menos, y no sabéis lo agradecida que estoy por ello, porque creo que yo me rendí tras varios intentos, pero por fin vi que yo también, que aunque quise apreder a vivir sin esa no pude porque ahora soy un poco mejor. Y quiero gritarle a los cuatro vientos, ¡Gracias por volver a mi vida, por hacerme mejor persona! Ahora enserio, gracias por echarle un par de huevos por mí, sin saber como reaccionaría.
Por personas como esta, por las que son valientes, veo que hay algo mucho mejor en el mundo. Me hacen pensar que echar de menos, o simplemente sentir algo no es malo, que lo malo es no decirlo porque no sabes que podría haber pasado. Pero sigo teniendo miedo al rechazo, a no llegar lo bastante hondo como para que alguien vea la importancia que lo doy, para que vean mi necesidad.
Cambiaría el mundo entero por volver a ver a esas personas, ya sabes, esas que hoy están ahí arriba o quién sabe dónde, pero que estén dónde estén, por ellas me dejaría la piel en cada batalla porque fueron ellos y no otros, los que me enseñaron lo bonito de una sonrisa, lo bonito del brillo en los ojos, lo divertido de las cosquillas, y lo repetiría 1000 veces más hasta grabar el recuerdo en mi piel. Porque bonitos, bonitos sois vosotros y lo que me habéis dado, y no lo que yo era en ese momento, bonito era lo que me enseñastéis y me enseñarías, las veces que me hicisteis reír o echaros la bronca, hoy os digo que me partiría la cara por vosotros, y por la gente que a día de hoy sigue aquí conmigo, y soy gracias por no tener que echarles de menos ni sentirme débil por ello.
                                   Atentamente:
El monstruo de debajo de tu cama. 

martes, 9 de febrero de 2016

Huida;

Me monto en el tren y la verdad es que no tengo muy claro a donde voy ni por qué, he cogido las cosas necesarias y he venido corriendo,  sé que no estoy bien,  que esto sólo puede empeñar mis ojos un poco más,  pero tampoco puedo vivir con la necesidad. Me he montado ya en el tren cuando estallan todas mis lágrimas, no puedo sostenerme de pie y me siento,  cojo una de esas pastillas que siempre llevo a mano y me la tomo. Me duermo nada más pasan a revisar mi billete,  y al despertarme estoy envuelta en lágrimas, mino la situación, no ha sido un bien año,  ni con los estudios, ni con mi vida porque prácticamente la he tirado a la basura. Sé que sólo he huido sin arreglar nada pero no me siento preparada, últimamente todo era motivo de discusión. Ya tengo el destino,  pero nadie sabe que voy. Camino hasta el baño y me miró en el reflejo del espejo, no tengo muy buena cara y al momento empiezo a vomitar,  no sé si es porque no me gusta lo que veo o es un simple mareo,  pero empiezo a agobiarme. Saco el neceser de la mochila  y escogo un caramelo. No quiero tener que enfrentarme sola a todo lo que me espera hora,  así que espero a llamar para cuando llegue, mientras tanto sigo dándolo vueltas a todo. Tengo miedo,  porque siempre me han gustado las cosas bien hechas y yo ahora estoy arrugando el papel en vez de doblarlo, he abandonado el curso y he pedido un alta voluntaria,  todo por lo que he trabajado desde hace años se desvanece en un segundo y llego a mi destino. Sé que no les va a parecer bien, pero ellos siempre me han apoyado y son mi segunda familia, así que doy a la tecla de llamar,  me sorprende oír al pequeño y le pido que me pase con papá, con el que enseguida estalló a llorar,  me dice que en una hora pasará a buscarme, le doy las gracias y voy a la cafetería. No he comido en todo el día y empieza a pasar factura, espero leyendo un libro que he metido en la mochila... Cuando pasa una hora le veo aparecer y corro a sus brazos buscando el consuelo que solo ellos me dieron un día, han pasado diez años pero sus abrazos no han cambiado nada, de hecho pensar que sigue a mi lado los hace aún mejores. Montamos en el coche sin preguntas hasta llegar a casa, donde soy bien recibida por los pequeños y la madraza, cuando me doy cuenta de que aún no he avisado a nadie de que me he ido,  así que les pido que me ayuden en la conversación.
Mi madre no se ha mostrado muy sorprendida, pero si dolida. Cuando cuelgo sé que es la hora de responder sus preguntas, les cuento lo ocurrido y cuando acabo es la hora de bañar al pequeño así que yo me encargo de jugar con el mayor,  que me lee su cuento favorito, después vamos a cenar aunque sigo sin apetito, así que tomo un vaso de leche. Hoy me encargo de dormir al peque porque saben que eso me relaja, una vez duerme, bajo a por mi ordenador y empiezo a preparar un currículo para enviar mañana.  He vuelto a tener pesadillas pero al menos no he hecho ruido, como lo puedo dormir pongo una película y me acabo durmiendo. Me levanto pronto para preparar el desayuno y llevar a los niños a clase, aunque todavía no hemos hablado de que voy a hacer. Cuando terminamos les pido el coche y según les dejo aprovecho para ir a comprar e imprimir el currículo.
He dejado muchas cosas, son pensar en las consecuencias, aunque he llamado a mi madre aún queda otra llamada que no va a ser bien recibida,  así que de momento diré que he venido a pasar unos días. Hablar con él me ayuda,  aunque no lo entiende, y lo comprendo por ello,  pero necesito su apoyo, hemos pasado tantos baches juntos que a veces pienso que podemos con todo, aunque tengamos que pelear para ello. Tras colgar, bajo del coche la compra y la dejo en el frigorífico, pongo una lavadora ya que necesito estar distraída.
                     Att:
         El monstruo de debajo de tu cama